¿Por qué hoy, en cualquier empresa u organización, lo financiero no puede ser la “asignatura pendiente” de nadie?

Por el diciembre 14, 2012

En los momentos actuales, más que nunca, los conceptos financieros y el impacto sobre el balance de las decisiones del día a día son claves. Todas las personas deben conocer y tomar conciencia que una decisión cualquiera del día a día tiene una dimensión financiera y que no siempre el guiarse por el “sentido común” es lo más lógico en el campo económico…

La creación de valor está en el saber y en el “saber-hacer” de las personas y en su pasión por actuar (realizar actividades). La creación de valor por esta “acción humana”, en palabras de Von Mises, es fundamental. A su vez, el valor para el accionista depende de muchos factores, pero pueden darse escenarios en los que los clientes reciban valor al tiempo que disminuye el del accionista. En las empresas y organizaciones medimos demasiado y obtenemos poco de lo que medimos. Debemos reducir el vacío entre datos de sistemas informáticos integrados (ERP) y la información que da apoyo a las decisiones en la dirección deseada.

Clientes y proveedores importantes pueden ser no rentables debido a exigencias, peticiones y/o servicios personalizados. ¿Cómo se mide adecuadamente su rentabilidad? ¿Qué clase de cliente es fiel y estable? ¿Qué clientes o proveedores son sólo marginalmente rentables o, peor aún, hacen perder dinero?

La cantidad de transacciones que hacemos consumen recursos y gastos, ¿Se convierten luego en valor para clientes y accionistas? En definitiva, con mejor información, y no necesariamente con más datos, una empresa puede contestarse esas preguntas.

Decía en la introducción que una decisión cualquiera del día a día tiene una dimensión financiera y que no siempre el guiarse por el “sentido común” es lo más lógico en el campo económico. En efecto, por ese planteamiento de lógica, un buen precio en las compras de materiales sería una magnífica noticia, cuando si entraña aumentos de stock el coste de su financiación puede invalidarla.

Lo mismo ocurre con las mejoras de tiempos de proceso en fábrica, tal vez supongan mayores cantidades producidas, pero si esas cantidades no se venden o lo hacen en plazos largos, solo dan ingresos o productividades sobre el papel. Incluso el haber ganado más que el año anterior, si ha implicado el empleo de unos bienes de activo mayores, puede ser perder o ganar menos que el ejercicio previo pues hay que tener en cuenta el coste de esos capitales empleados.

Los accionistas y dueños de empresas saben bien que endeudarse permite bajar el % de coste de esos capitales empleados pero supone incurrir en primas de riesgo superiores en las tasas de interés y en calificaciones de rating bancario inferiores, amén de que se entra en zona de mayor riesgo al estrecharse el diferencial entre el % de rentabilidad del negocio y el % de coste medio de todas las deudas, que de hacerse negativo provocaría un “apalancamiento inverso”…
Usar el descuento de efectos y facturas para financiar el corto plazo, aparentemente es más barato que pedir una póliza de crédito, pero resulta más caro si el importe y el plazo superan a la necesidad.

Imputar todos los costes indirectos a un producto parece lógico, sin embargo, supone pensar que ese coste indirecto tiene que ver con la cantidad de lo producido y no con la complejidad de realizar determinadas operaciones que son las directamente consumidoras de esos mayores gastos indirectos.

Vender es siempre una magnífica noticia, pero si se hace sobre un cliente de baja calificación crediticia, puede ser origen de una pérdida cierta o de un margen reducido, debido a los gastos de cobro, el coste de la financiación y de los seguros y las cargas por la administración del impago en su caso.

La sub-actividad aparentemente es un coste o un despilfarro. Sin embargo, si se da sobre secciones “no limitadoras” de la producción o del proceso, puede ser una bendición al permitir adecuar el flujo tenso sobre esa sección “factor escaso”. (Que es la que no puede estar en parada…)

En lo particular se piensa que tener en propiedad una vivienda evita el entregar un dinero que muchos juzgan que “se pierde” y que es preferible el pago de una hipoteca pues así “al menos la vivienda es tuya”. Cuando, dados los importes y largos plazos del préstamo, realmente es de la entidad crediticia como bien vemos en los procesos de desahucio. Muchos creen que cuando tienen lo que llaman un “puesto fijo” eso significa ingresos perennes, e influidos por esa calificación de “perpetuidad” dejan de preocuparse por su empleabilidad. Nadie puede pensar que una empresa no es como un ser vivo: algo frágil, expuesto a riesgos continuamente desde su nacimiento a su desarrollo y que también puede desaparecer.

Es curioso que en muchas ocasiones se podría disfrutar, por un importe mensual inferior al de la hipoteca, de una vivienda mejor en lugares donde el coste de desplazamiento sería inferior a su vez y casi siempre ubicada en zonas de mayor standing, evitando ese riesgo de pérdida de las cantidades adelantadas por causa de un desahucio.

El adquirir una vivienda debería de verse como un proyecto de inversión en el que para saber de su rentabilidad hay que enfrentar la corriente de flujos negativos y positivos (un precio de alquiler alternativo y unas expectativas de bajada-subida en el precio de venta futuro) actualizada a una tasa de descuento acorde con la de rentabilidad de inversiones semejantes en el mercado. No se debe pensar que el pago del alquiler, como el de una prima de seguro, es algo echado en “saco roto” sino la contraprestación por un servicio.

Abundando en esto: ¿Qué rentabilidad tiene la inversión en segundas residencias a las que se va como mucho unos pocos días al año? El coste de esa inversión, dado lo difícil de su alquiler fuera de temporada o de su venta, ponen de manifiesto la cantidad de lugares y estancias, en buenos hoteles y apartamentos, a los que se podría haber ido, en esos mismos días, con menos gasto-inversión que el realizado en esa segunda residencia.

Igualmente, muchas empresas creen que se deben tener en propiedad maquinas e instalaciones, cuando simplemente bastaría con que las poseyesen pagando un alquiler, (con o sin opción de compra por el valor residual al cabo de un tiempo), con ello inmovilizan recursos que podrían disponer para inversiones alternativas o en innovación y desarrollo.

Financiarse a corto plazo parece que es más barato y la tentación es tomar dinero de esa forma para hacer inversiones de largo plazo de recuperación. Pero si la corriente de fondos ajenos del día a día se estanca, se entrara en suspensión de pagos fácilmente. Olvidamos, al pensar así, el conocido aforismo: “el largo debe financiarse con largo”.

Muchas veces oímos que el consumo y el que “corra el dinero” son la base de la prosperidad, cuando es al contrario pues el ahorro es la base de la creación de capital.
Etc., etc.

Ignacio Arellano Salafranca, consultor director de Cegos España

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Rita Il y a 8 años (11h09)

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